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Las Etiquetas

LAS ETIQUETAS ¡SON CAMISAS DE FUERZA!

Colaboración de Rosa Barocio

 

Las frases que le repites al niño se quedan almacenadas en su subconsciente, y se convierten en etiquetas que lo definen. Estas etiquetas son más grandes cuanto más importante eres para él.

 

Cuando escuchas que sale de tu boca la palabra Eres…, debería sonar interiormente una alarma que te prevenga que estás a punto de decir algo que marca a tu hijo. Porque el niño que está en vías de desarrollo se define a sí mismo por lo que los padres y otros adultos significativos a su alrededor le dicen.

Si un niño escucha constantemente, Eres un agresivo, siempre te estás aprovechando de los demás, cuando sale al patio de la escuela en el recreo, sólo tiene que permitir que estas frases afloren de su subconsciente para pensar, Ah, claro, yo soy el malo, el que siempre pega, ¿a quién me sonaré hoy?

Las frases que le repites al niño se quedan almacenadas en su subconsciente, y se convierten en etiquetas que lo definen. Estas etiquetas son más grandes cuanto más importante eres para él. Puedes imaginarte que las megaetiquetas corresponden a los padres, maestros y adultos a su cargo.

Me gusta decir que, si me dejaras a mi cuidado a un niño inteligente de dos años y yo me dedicara a repetirle durante un año, Eres un tonto, no piensas, no tienes cerebro, eres menso, etc., te aseguro que para cuando cumpliera los tres años, ya se estaría comportando como eso: ¡un tonto! A base de tanto repetírselo ¡ya lo convencí! ¡Es impresionante el poder que tienen nuestras palabras!

Los padres repiten estas frases en su afán de que el niño corrija su comportamiento, pero no se dan cuenta de que consiguen el efecto contrario. Como la grenetina que cuaja a la gelatina, estas repeticiones son una especie de fijador en el subconsciente de estas conductas en el niño. Estas repeticiones lo convencen de ser lo que el padre ¡no quisiera que fuera!

Cuando una adolescente escucha una y otra vez, ¡Nunca recoges tu ropa, siempre dejas todas tus cosas tiradas, tu recámara siempre es un desastre! El día que se levanta de muy buen humor por que la llamó el novio y quiere arreglar su cuarto, recuerda, ¡Ay, Dios, ¡por poco y me equivoco! Si yo soy la que siempre deja todo tirado, nunca recojo mi ropa…

Si un niño soñador, imaginativo, escucha muchas veces al día a su madre decirle, Eres un distraído, quién sabe dónde tienes la cabeza, siempre pierdes todo y no te fijas dónde dejas las cosas. En vez de que estos regaños vuelvan al niño más cuidadoso, cada frase sólo sirve para anularlo y confirmar su inatención. Inconscientemente el niño experimenta, Mi madre tiene razón, soy y siempre seré ¡un distraído! Es así como una etiqueta se convierte en una camisa de fuerza que ya no le permite al niño cambiar.

Existe una ley de oro: aquello que alimentas con tu atención, crece, se multiplica. Así que, si pones tu atención en todo lo que tu hijo hace equivocadamente, en vez de desaparezca, aumentará. A base de recalcar sus defectos y deficiencias, lo estás convenciendo de ser lo que no quisieras que fuera. Por eso es que regañar, regañar y regañar, no funciona, sólo provoca el resultado contrario de lo que deseas.

Cuida lo que repites a tu hijo, para que en lugar de fijar los comportamientos que no deseas, lo ayudes a cambiar. Aliéntalo, poniendo tu atención en aquello que va logrando a través de su esfuerzo, porque recuerda que está en proceso de maduración y sus recursos aún son limitados. Observa y aprecia aquello que lo hace diferente y único. Si te enfocas en lo positivo, no le quedará más remedio que mostrarte ¡lo mejor de sí mismo!

 


 

 


 

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