RESILENCIA, SIETE CLAVES PARA QUE TU HIJO ¡SALGA ADELANTE!
Colaboración Rosa Barocio
Resiliencia es decirle sí a la vida. Es el deseo y las ganas de vivir. Es la capacidad de sobreponerte a las adversidades que la vida te presenta y sacarles provecho para salir fortalecido.
¿Por qué ante una misma dificultad una persona sale adelante fortalecida, mientras otra sucumbe? ¿En qué se apoya esa persona para no dejarse derrotar? ¿De dónde puede sacar fuerzas un adolescente para sobreponerse si tiene que enfrentar grandes dificultades?
Paseando hace unos años por una avenida en El Paso, Texas, me sorprendió observar que muchas palmeras estaban secas. Preguntando me explicaron que había habido una helada y sólo habían sobrevivido las que mostraban unos pequeños brotes verdes en su copa. Cuando regresé varios años después, estas palmeras estaban nuevamente frondosas y rebosaban salud. Esta observación me llevó a la siguiente reflexión: ¿de qué dependió que, ante la misma baja temperatura, algunas palmeras murieran y otras no? ¿Cómo es que se da y de qué depende este fenómeno de resiliencia?
Resiliencia, una palabra difícil de pronunciar y un tanto más de comprender. Pero es, quizás, el único verdadero regalo de valor que le puedes dar a tu hijo. Porque es obvio que no está en tu poder el evitarle: malos ratos, dificultades, eventos graves y desastrosos, y que no existe un seguro de vida que puedas comprar que le garantice protección e inmunización contra el dolor y el sufrimiento. Pero entonces ¿qué es lo que sí puedes ofrecerle para que, a pesar de todo, salga adelante y viva una vida plena? Resiliencia.
Resiliencia es la capacidad de sobreponerte a las dificultades que la vida te presenta; es sacar provecho de cualquier situación por retadora que sea, y salir fortalecido. Es la fuerza interna que te lleva a nadar para salir a flote cuando te estás ahogando. Es el instinto que te lleva a sobrevivir a pesar de que todo parece perdido. Resiliencia, finalmente, es decirle sí a la vida. Es el deseo y las ganas de vivir.
Es indudable que si amas a tu hijo deseas que sea resiliente. Pero ¿de qué depende que desarrolle esa resiliencia? Es cierto que cada hijo ya trae lo suyo, es decir, no es un recipiente vacío que te toca rellenar. ¡Para nada! Todo ser humano viene a la vida con algo que le es propio con la finalidad de desarrollarse, encontrar su camino y evolucionar. Tú tarea como educador es facilitar ese proceso y hacerlo resiliente. ¿Cómo? Fortaleciéndolo a través de:
- Cultivar su autoestima para que se crea capaz de lograr lo que se propone. Para que experimente una y otra vez ese “¡Sí puedo!” Para que sepa que vale, que cuenta y que merece cosas buenas en la vida.
- Aceptar sus errores como medios de aprendizaje. Evita burlarte, ridiculizarlo, avergonzarlo, devaluarlo, humillarlo.
- Animarlo a esforzarse y perseverar para que desarrolle su voluntad: esa fuerza interna que lo moviliza para actuar y conseguir lo que desea. Fomentar su valentía para enfrentar retos.Evita debilitarlo a través de facilitarle todo, sobreprotegerlo, consentirlo, solucionarle todo.
- Ofrecerle un soporte a través de la familia y la comunidad para que se sienta sostenido.
- Enseñarle a disfrutar y gozar de la vida; a ser adaptable y encontrar lo bueno en cada situación por negativa que parezca. A apreciar y ser agradecido por lo que tiene. A regocijarse ante la belleza. A asombrarse, maravillarse y conectarse con la naturaleza.Evita lo que anestesia, adormece o vuelve apático.
- Darle un sentido de vida, un porqué y para qué vivir. Hacerlo sentir que hace una diferencia y tiene algo importante que contribuir. Ayudarlo a desarrollar un proyecto de vida. Evita el sarcasmo, la negatividad, el cinismo y el pesimismo.
- Alimentar su conexión con el futuro, con la esperanza de un mundo mejor. Abrirlo a nuevas e interesantes posibilidades y oportunidades. Fomentar su creatividad e imaginación. Apoyar sus sueños.
¿Tarea fácil? No, no lo es. Es un trabajo de vida que nos compete a todos: buscar y apoyarnos en lo que nos fortalece y empuja hacia adelante, a avanzar y progresar. Evitar lo que nos anestesia, nos adormece, nos detiene y nos desanima, para encontrar lo que nos inspira, nos conmueve y ¡nos impulsa a crecer!
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