¡PERMITE QUE TU HIJO LLORE! SIETE CONSEJOS PRÁCTICOS
Colaboración de: Rosa Barocio
“Llorar mantiene a tu hijo emocionalmente sano.”
Nos incomoda escuchar a un niño llorar y por eso tratamos de callarlo cuanto antes. Pero la próxima vez que tu hijo llore, recuerda lo siguiente:
Observa, ¡no reacciones! No te apresures para callarlo ni lo regañes. Si es un bebé no le metas un chupón, la mamila o un dulce a la boca, no lo mezas, o le hagas señas de que pare de llorar. Si se cayó o lastimó, no corras a auxiliarlo. Primero y antes que nada, ¡observa!
¿Me necesita o puede solo? Todo niño tiene que aprender a consolarse a sí mismo. Esta es una indicación de madurez. Por eso no ayuda que cada vez que llore, corras automáticamente a consolarlo. Permite que aprenda a resolver sus problemas. Pero eso no quiere decir ignorarlo o abandonarlo, sino poner atención para saber si realmente necesitas intervenir. No hay reglas, a veces simplemente necesita desahogarse, y tu tarea es acompañarlo. Estar ahí presente, apoyándolo para que se sienta aceptado.
Empatiza con su molestia. Si el niño corre a buscarte dile, Sí, hijo, veo que te raspaste. Te debe de arder. Está bien que llores. Dale permiso de llorar. Recuerda que un varón tiene la misma necesidad de desahogarse y llorar que una niña, y entonces no tendrá que sacar su frustración agrediendo o golpeando. Si a los varones se les permitiera llorar, ¡tendríamos una sociedad menos violenta!
Atiende su necesidad en vez de darle un paliativo (un dulce, el chupón, etc.). Si no sabes qué necesita como en el caso de un bebé, acarícialo y dile, Quisiera ayudarte, pero no sé que cómo, ya te cambié el pañal, te alimenté…pero aquí estoy para ti, tú sabes cuánto te quiero…. Exprésale tu amor y tu aceptación, ¡a pesar de que esté llorando!
¡No le des cuerda! Acompaña, consuela y apoya para permitir que se desahogue, pero una vez que se ha desahogado, a otra cosa mariposa. De lo contrario, puede concluir, aunque sea de manera inconsciente, que para recibir muuucha atención, tiene que llorar. Estarás fomentando un hábito que después será difícil de cambiar.
Llorar se vale, manipular ¡no! Empatiza cuando llore, “Entiendo que quieres mucho que te compre ese juego…” pero si ya decidiste que no es conveniente, ¡no se lo compres!
¡Conoce tus límites! Si su llanto te está sacando de quicio, ¡retírate! Dile, “Entiendo que necesites llorar, pero yo me tengo que retirar.” Es preferible quitarte de la situación, que arriesgarte a humillarlo, darle un jalón o un golpe.
Recuerda: es preferible pasar un mal rato escuchando a tu hijo llorar si este desahogo significa que después estará relajado y contento; a reprimirlo y que se calle, y se quede frustrado y resentido.
¡Siempre elije lo que es mejor a largo plazo para tu hijo!
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