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¡Actúa!

¡ACTÚA! AUNQUE NO TENGAS TODAS LAS RESPUESTAS

Colaboración: Rosa Barocio

 

Cuando actúas, claro que corres el riesgo del error, pero si te quedas paralizado, puedes estar seguro que afectas a tu hijo negativamente. Porque un niño que crece con padres inmovilizados es un niño que se enfrenta solo ante el mundo, con sus recursos aún inmaduros e ineficientes.

En una convivencia de varias familias que se habían reunido para celebrar, las madres estaban ocupadas sirviendo la comida, los padres se encargaban de preparar las bebidas, mientras los niños jugaban alrededor de la alberca. Los niños están tirando cosas a la alberca, le comenta una madre a la otra. Ay, Dios, ¡que niños! …, le contesta la otra sin levantar la vista mientras sigue sirviendo los platos.

Diez minutos después escuchan el grito de uno de los padres, ¡¿Qué están locos?! ¿Cómo se les ocurre hacer eso? Los niños habían tirado a la alberca a un niño pequeño ¡con todo y triciclo!

Cuando el niño ve que sus padres no reaccionan ¿qué hace? Llama su atención de mil maneras y se aprovecha de la situación para hacer lo que quiere.

Así se inicia una nueva modalidad: los niños toman la delantera y los padres los siguen. Porque cuando tenemos grandes deseos de ser buenos padres, recibimos mucha información y la mezclamos con una buena dosis de miedo a equivocarnos ¿sabes cuál es el resultado? Pues que nos paralizamos y no tomamos las decisiones que nos corresponden y dejamos que los hijos hagan lo que quieran.

En la actualidad tenemos acceso a tanta información como nunca tuvieron las generaciones pasadas. Encontramos a nuestro alcance opiniones y comentarios en todos sentidos. Pero mucha información, sin discernimiento o sentido común, sólo nos confunde y nos hace dudar.

“No sé qué hacer, no duermo bien con mi hijo en la cama porque me patea y amanezco cansada. Mi mejor amiga dice que me aguante, que porque es mejor dormir todos juntos; mi madre, en cambio, dice que lo pase a su cama…pero ¿y si lo tramo?”

El miedo a equivocarse es justificado y un poco de miedo lleva al cuestionamiento y a la reflexión. Puedes pensar, Me puedo equivocar al escoger la marca de lavadora de ropa, o comprar los zapatos equivocados y no pasa nada grave. Pero equivocarme con mis hijos ¡es otra cosa! Pero ¿qué ocurre cuando dejas que te invada el temor a fallar y terminas inerte, incapaz de responder ante las demandas importantes tuyas o de tus hijos?

Cuando actúas, claro que corres el riesgo del error, pero si te quedas paralizado, puedes estar seguro que los afectas negativamente. Por que un niño que crece con padres inmovilizados es un niño que se enfrenta solo ante el mundo, con sus recursos aún inmaduros e ineficientes.

Así que te recomiendo que te intereses en el desarrollo de tus hijos, te informes pero uses tu discernimiento y sentido común. Toma la información que resuene contigo, que te haga sentido. Elije, decide, equivócate, aprende, y vuelve a elegir.

Nadie es mejor madre o padre para tu hijo que tú, pues nadie lo conoce mejor, ni puede saber qué es lo que realmente le hace falta. Los expertos sugerimos, aconsejamos, opinamos, pero la decisión sólo puede ser tuya. Cuando las dudas te invadan, recuerda que no hay nada peor que dejar de actuar cuando tus hijos te necesitan. Un padre paralizado es un padre ausente.

Ningún hijo espera un padre perfecto, pero sí quiere que tenga el valor de actuar, aunque corra el riesgo a equivocarse. Quiere un padre valiente y presente que lo acompañe, aunque no tenga todas las respuestas. Un padre que por el amor que le tiene, ocupe el lugar de guía que le corresponde como adulto responsable.

 


 

 


 

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